HOY: RELATO INÉDITO "PAISAJES" (LA PATAGONIA TE MARCA, COMO SI FUERA UN TATUAJE)
Imagen: Paso Cordova, ruta 6 camino al puente sobre el rio negro
La patagonia te marca, loco, como si fuera un tatuaje...
Eso me pasó hoy al sentir el primer frío en serio del año.
Por eso les regalo este relato inédito (de seguro, sujeto a reformas)
con todo mi amor para los cuatro o cinco lectores de este dignísimo blogcito.
...Hoy el paisaje me pintó por dentro. Grisecito claro, casi blanco estaba, como las volutas de humo que salen de los pulmones aburridos de las minas sin viaje en los cabarutos de la orilla de la ruta. Aguantando la esquina a las seis y media estaba, y el cielo, cuanto más cerca de uno más grande se parece. Claro, es mentira, ya me habían contado de chico que lo del “grandor” de cielo era verso.
Pero hay mentiras que sirven, dije en voz alta (en la esquina, cagado de frío) y pensé en casi ningún enamorado, y en casi todos los políticos… hay mentiras que sirven. Las mujeres con el guardapolvo de la fábrica, la maestra y los dos milicos que esperaban el bondi a esa hora, recularon… Se echaron un par de pasos para atrás y se miraron… y me miraron. Era claro que yo no hablaba para nadie (o para todos tal vez) pero me parece que les asustó ver mi epitelio grisáceo como la lluvia incipiente, como el cielo frío que me pintaba por dentro también… La Patagonia te marca. Ser de acá no es “probar suerte” El sur te planta, te respira, te pinta por dentro, loco. Las manos me calentaban el adentro de los bolsillos, y en el afuera uno respira soltando el aire despacito, para temblar menos en cada baile trémulo que el frío le marca a las mandíbulas.
El otro Bondi (si, son dos) hacia la zona rural me cambió el color, me replanteó un paisaje desde afuera para que adopten (y adapten) mis células de nuevo. Los hornos de ladrillo encendidos, los perales rojizos y los álamos dorados, los manzanos que no levantaron cosecha y están con los frutos huérfanos, asomando en los tallos como adornos navideños (ahora rojimarrones, ahora rojinegros)
No encuentro mi cara enfrente mío, en los vidrios del colectivo, pues soy el reflejo de eso que quisiera ver. Los demás me miran entre adormecidos de frío y asustados. Alguien que va sentado no es ningún alguien, es un reflejo de la ruta enmarcada por la fila estoica de los álamos sin hojas como un ejército de palo que custodia el camino. Es como una postal con ropa, cagándose de frío en el colectivo entre las chacras.
Respirando, si. Pero no gente, lugares nomás. ¿Cuál de sus brazos será el río? ¿Por donde respira si es todo imagen? ¿Por qué le vendieron boleto a un paisaje?
La gramilla congelada en la banquina, los sauces llorones sin verdor ni llanto, aflorando como fantasmas desde la niebla que levanta el río. La cortina de vapor oculta el fondo del paisaje y no se ven las bardas.
Entonces ya no me queda otra que ser niebla. Y eso soy cuando desciendo, a poquito nomás de la sala en que trabajo, un manojo de niebla, gramilla congelada, barda escondida entre la bruma, y primera lluvia entre los palos secos del otoño.
Hay una mujer con su crío en brazos. Vino, vaya a saber de donde, sorteando los surcos y cortando camino entre las chacras sin dueño para acortar el viaje. Mujeres parcas, de poco hablar, de la cabeza gacha y del no mirarte. Del no quejarse. Del aguantar.
Viene pintada también del color con el que trabaja, fruto, tierra, semilla. Mujer hacia adentro...
El pibito tiene la cara marcada por el frío, la punta de la nariz, pero mas que nada las orejas. El sabañón es rojo y pica al principio, después se seca y la piel se pone blanca y se cae, se deshoja. Me miró con la cara iluminada como si yo fuera un hado madrino y sonrió tan largamente que las boqueras se les pusieron tirantes. Abrí la sala y los convidé a pasar. La mujer estaba algo incómoda por la risa desvergonzada del chico.
- Recién no quería ni hablar y tanto que lo agarró de golpe ahora la risa ahora.
El pibe aspiró una bocanada para renovar oxigeno y seguir con la carcajada.
-Mirá- le dijo a la madre señalándome-se le ve el cielo, y la ruta, y el río.
Carlos Sandoval
Mayo 2009