domingo, 23 de mayo de 2010

Reclamo (parte 3)

Bien, acá les dejo la última porción de este cuento (en versión abreviada para internet)
Como verán, no hay imagen que lo ilustre. No pude encontrar algo que, a mi entender, fuera acorde a lo narrado
...ya saben, vuestro comentario es el alimento de este humilde pero dignísimo blogcito.
Que lo disfruten, un abrazo


...Con el ánimo embravecido, los asistentes sostuvieron un debate encarnizado
(si es que le cabe el adjetivo a quienes ya no tienen carne alguna) que duró casi hasta el amanecer.
Él sabía que ésta no iba a ser una junta más. Lo percibía desde no hace mucho, cuando los integrantes del “Concilio de muertos de Peral Seco” pudieron enterarse, por contadas de los vivos al pie de la tumba, que el doctor Segundo Benigno Correa, nieto del finado Don Benigno y candidato a intendente, había agregado al padrón la lista de los difuntos, y ganó las elecciones.
Decidieron entonces hacer valer sus derechos como votantes, con una marcha de protesta hacia el municipio. Benigno acató en silencio la decisión de la mayoría, aunque hubiera preferido no ser parte– Solo seré yo quien hable- Remarcó esta condición previendo el menor daño posible.

La asamblea resolvió que los muertos recientes no participarían por cuestiones de salud mental (y de la otra) en el mundo de los vivos. Que no marcharía nadie sin acreditar el tiempo suficiente como para haber sido olvidado por parientes o conocidos.
Así empacharon las calles con el andar de sus translúcidas presencias.
Metamorfoseados e irreconocibles para sus familiares debido a la polución del tiempo, los que aún faroleaban alguna carne la fueron perdiendo en la marcha merced a los tirones de los perros y los baldazos de agua del viejerío asustado. Los mortales mostraban crucifijos y medallitas bendecidas antes de agredirlos.
La fétida procesión pasó en silencio, saludando a los niños y espantando a los perros.
Despacio iban, para darle tiempo a los autos y no causar accidentes.
Despacio, para que los curiosos se acerquen y los supersticiosos se alejen.
Despacio, y la ciudad los vio pasar con la boca abierta.

Con aire tieso y altanero entraron al municipio. Nadie los atajó en el pasillo. Desde que se vieron los primeros encaminándose hacia el lugar, los empleados desaparecieron a guarecerse bajo los escritorios, rezando, conteniendo la respiración, rogando que no se los comieran vivos a todos.
La placa de metal reluciente imponía respeto en la puerta. “Segundo Benigno Correa. Intendente”
Ellos tomaron el pasillo hacia el despacho sin pedir audiencia. Los jirones de algunos atuendos mortuorios se desplazaban barriendo el piso de la recepción.
El tipo de traje estaba sentado de espaldas a la puerta, concentrado en el andar interminable de la gente y los autos que se veían desde la ventana, en los pinos de la plaza y el reloj del campanario de la catedral. Cada tanto su ojo izquierdo se cerraba en un espasmo imperceptible haciendo un guiño fugaz hacia la nada.
Se escuchó, tímido, un toc toc.
Sin molestarse en mirar a la puerta, el hombre contesta al llamado con una pregunta
- ¿Si?
La puerta se abre y don Benigno Correa asoma los restos de lo que alguna vez fue su cabeza. Aún le flamea un colgajo residual de párpado por encima de su globo ocular, retrayéndose en respuesta al tic del ojo izquierdo. Se le ven los dientes pero no sé si sonríe, no tiene labios.
- Señor intendente ¿Podemos pasar?

Carlos Sandoval Junio 2003

domingo, 9 de mayo de 2010

Letrahue.. Reclamo (parte 2)

Lo prometido es deuda...
Como quien deshoja flores, habré de ir dejando retazos de este cuento del 2003 intitulado (jah!) Reclamo, durante tooodo este mes, hasta que no quede nada en el plato
De paso, mangazo, como verán no encontré imagen (ni propia ni agena) que pueda ilustrar este relato. Agradecería mucho (ya veré como y con qué) si de ustedes saliera la imagen que acompañe este reclamo.
Ya saben, esto existe porque ustedes están ahí.
Que lo disfruten...
Un abrazo



...- Parece que fue ayer – pensó.
Para los muertos, todo parece que fue ayer. Hizo el gesto de respirar como para que algún olor del aire le desvanezca el recuerdo, y ningún aire le llenaba sus pulmones inexistentes. Pero en Benigno Correa la elevación del tórax era tan involuntaria como el tic de su ojo izquierdo, que lo marcó durante toda su vida y persistía junto a él, ahora mas como archivo residual del alma, que por autonomía de los nervios.

Pegó un vistazo en redondo, el cielo se cerraba acomodando la escenografía para ambientar la noche. El camposanto se iba quedando quieto. Ya estaba limpio de visitantes, de vendedoras de flores y de viudas que refriegan las placas de metal de las lápidas hasta dejarlas como espejos, mientras le cuentan de nietos, de bueyes perdidos y ausencias. Benigno Correa decidió que ya era el momento y se encaminó hasta el peral seco. Los primeros asistentes ya estaban en torno al árbol...

...En el cementerio, después de que se cierran las puertas, las ánimas esparcidas en escondrijos, tumbas y nichos, se reúnen bajo tierra en torno a las raíces de un peral seco, a tratar sus cuestiones de muertos.
Es así desde que se hizo el camposanto, dicen, aunque algunos fallecidos cuentan que es desde que se secó el peral que ocupaba el centro del predio, que estaba ahí de antes que el cementerio, de cuando esto era todo chacra. Que había entonces tan pocos muertos, dicen, que con el patio de las casas alcanzaba, y conversaban apoyados en la cerca, de una casa a la otra, cuando el resto del mundo dormía.
Cualquier habitante del pueblo de seguro tenía un pariente en este cementerio, y el escarnio entre los vivos era casi siempre comidilla entre los muertos.
Benigno Correa sabía que esta no iba a ser una junta mas. La última asamblea había terminado con una escaramuza que empezaron los del osario común y la siguieron todos, sin argumento alguno, por el impulso de hacer algo distinto nomás.
Desde entonces quedó él designado para coordinar, mediar y pacificar los encuentros...

(CONTINUARÁ...)