sábado, 27 de noviembre de 2010

Aniversario del natalicio


Acá va un pensamiento en voz alta con motivo de mi "cumplañio" (¿qué otra cosa es este blog, mas que una serie de pensamientos en voz alta?... ¿eh?)



26 de Noviembre 1968-2010


El pibito tenía una cáscara de sangre seca en la rodilla.
Cada tanto la frotaba con saliva para aplacar la picazón.
-Soy el niño que usted fue- dijo, y me llevó de la mano hasta una pared con un espejo grande.

Vi la barba entrecana en mi semblante
y los espacios ralos de mi mollera.


- Es para que vaya perdiendo el miedo- dijo el pibito mascando una manzana roja, mas grande que su cara y recién afanada (lo sé porque huelen distinto, la manzana madura si es robada, es mágica)

Cierro los ojos frente al espejo y los abro
una y otra vez para encontrarme,
repentino después de la oscuridad
en la intermitencia de los parpadeos:
Hay manchas nuevas
que el tiempo va a germinar en las mejillas
como bandera inequívoca de un desgaste
y las canaletas que se ramifican
al costado de los ojos cuando sonrío.
Oscurezco... me olvido un rato de mi
y me vuelvo a encontrar entre los velos de madurez
que afloran tímidos y despacio
en alguna luz perdida que devuelve el espejo.
…Y me alumbro de nuevo

Quiero adelantarme a la sorpresa
que el tiempo estampará sobre el cuero.
Quiero aprender a amar
a este viejo que estoy empezando a ser.

El pibe se pierde espejo adentro
con doce diamantes,
un casalito de gallinas pigmeas,
y una paloma con el ala rota
que dormía en los inviernos con el gato y el perro

…yo destapo el primer vino de mis cuarenta y dos años.


Carlos Sandoval 26/11/ 2010

lunes, 8 de noviembre de 2010

De golpe me acordé del invierno

Asi es... de pronto, entre los primeros ardores del aire de noviembre me acordé de un invierno en que dejé inconcluso un paisaje humano... Hoy, 13 años despues, puedo decir que ya está listo (la mierda compadre!! ¿quién dijo que la literatura no lleva tiempo?)
EL HOMBRE (invierno 1997)

...Era fácil confundirlo con una bolsa de arpillera, un bulto descolorido a la entrada del hospital.
Sentado en el piso, apoyado contra el marco de la puerta de acceso. Cada mano suya descansaba sus palmas abiertas contra el hombro contrario, buscando el calor de un estéril autoabrazo contra los espasmos del frío.

Estaba sobre un charquito de orines de color ocre,
que brillaba acusando la victoria de la helada
sobre todo aquello que la noche del invierno decide besar
suspendiendo la vida por unas horas,
blanqueándola con su telaraña de hielo.

Tenía la espalda encorvada y la cabeza hundida entre las rodillas.
El personal ingresaba haciendo flamear las hojas de la puerta doble como en las cantinas de las películas, sin girar la vista hacia el hombre.

…A lo mejor la indigencia
vuelve invisible a quien la padece,
mimetiza a los “nadie” con el entorno
para no entorpecer el paisaje

Cada tanto inhalaba amenazando tragarse todo el frío de la noche. Tal vez quería devorarse al invierno de un suspiro y devolverlo hecho calor desde sus agónicos bronquios.
La gente que salía del hospital, los trabajadores que habían entregado el turno, los que venian a recibir la guardia, los pacientes que salían con algún vendaje en la pierna, o sujetándose el dolor de muelas, o puteando por la falta de medicamentos, apurados todos, tampoco reparaban en el hombre.

…A lo mejor el “ser alguien”
es susceptible de contagio ante la vista del “nadie”
A lo mejor la indigencia, como la conjuntivitis,
entra por la vista.

Una mujer sale con un crío en brazos. El pibito se quitó un caramelo de la boca y lo soltó en las manos del bulto desparramado en el piso, al que era fácil confundir con una bolsa de arpillera.
El hombre intentó una sonrisa desde sus muecas deformes con algún rasgo de humanidad. Hizo un gesto con la bocaza partida y reseca, dejando espacio para la fuga de un hilo de baba que resbalaría por la barbilla como un péndulo semicongelado, vibrando al compás del temblequeo huesudo de las mandíbulas. Fuera del pibe que ya no estaba, nadie mas parecía notarlo.

…A lo mejor, la indigencia
refleja el revés de lo que uno quisiera
o pertenece a una realidad paralela de este mundo
A lo mejor es el descarte de los ensayos
fallidos de una sociedad opulenta y justa
que pasó de largo.
A lo mejor no, pero son el espejo
donde nadie quiere mirarse

A riesgo de la conjuntivitis, y de volverme también invisible o, peor aun, que los espejos me devolvieran la imagen de un pordiosero, opté por mirarlo igual.
Mirarlo hasta resolver que hacer.
Mirarlo y temblar de frío junto al hombre.
Mirarlo... hasta que los ojos duelan.