martes, 22 de diciembre de 2009

Papá Noel

Este relato ( incluido en "La luna y el canal grande") es mi saludo de fin de año. Espero lo disfruten y pasen fiestas en paz y armonía, y alegría.... y todo eso.
Un abrazo gigante a todos (ya saben, con brazos laaargos, laaargos)
Nos vemos en el 2010. Felicidades y garcias por estar ahí.

Papá Noel

(En memoria de mi amigo Eduardo Soto)

Papá Noel suda detrás de la barba blanca, entre los fantasmas serpenteantes que el calor despega del cemento. Agitando la campanita en la vereda (a la entrada del kiosco) alguno que otro “jo jo jo” soltado a los transeúntes dejaba escapar vahos de cerveza.

- Dale un besito… A ver, una risita - Las viejas chochas con la postal navideña de los nietitos con el sufrido viejo pascuero.

Los pibes arrugan la nariz cuando el gordo los besa, y abanican con la mano dispersando los vapores del fermento. Reminiscencias de lúpulo y cebada se escurren por esa ventana abierta que es la ausencia de dos dientes, y obra en desmedro de la sonrisa de Papá Noel.

El gordo Soto entró al kiosco y pasó al baño. De cara al espejo se borró el sudor usando la barba postiza como pañuelo. El empleado le hizo una seña desde el mostrador -El dueño salió- Soto encaró el freezer y de un trago liquidó el asunto pendiente con media cerveza que hace unos minutos lo había retado a duelo, disimulada en el estante superior de la heladera, entre los envases llenos para que el patrón no se diera cuenta.

El traje rojo y las botas negras concentraban todo el ardor de la hora sin sombra. Y dejaban la impronta del incendio en la planta de los pies, la espalda y las axilas del viejo pascuero. Familias enteras en los autos, con las ventanillas abiertas y abanicándose, lo señalaban desde el infierno que era esperar el semáforo, dejándole antes de partir la sonrisa ilusionada de los niños y el aire socarrón de los conductores. Los vendedores ambulantes rebalsados de pirotecnia ilegal saludaban con cierta solemnidad, conciencia de clase tal vez, o la pena de ver al Cristo ese al rajo del sol en la tarde sin Magdalenas que lo refresquen.

Pasan las chicas en bicicleta sonriendo a Papá Noel. El gordo saluda agitando la campanita y entrecerrando los ojos, para enfocar mejor el bamboleo insinuante de las calzas sobre los diminutos asientos. Al centro, hacia la plaza van, a buscar un lugar bajo las copas gigantes de los eucaliptos, y mirar y mostrarse hasta que el sol baje y se pueda respirar en las casitas hacinadas del barrio.

Papá Noel murió y resucitó varias veces esa tarde entre el calor y la cerveza. Los párpados pegajosos le pesaban. Las botas y el traje le pesaban. El calor, y llevarse puesto en su propio cuero le pesaba.

Él los ve pasar y responde a cada saludo -Que lo parió – Pensaba el gordo mientras sonreía agitando la campanita, harto de la tarde interminable y el caldo hirviente de sus botas negras.

Con el crepúsculo fueron llegando. Primero dos tipos pasaron serios frente al kiosco, cargando un par de bultos de trapo arrollados sobre sus espaldas. Un tercero los seguía con un redoblante.

Papá Noel, serio, los sigue con la mirada y la campanita se agitó cada vez menos hasta quedar en silencio. Toda la vereda fue silencio por un rato.

– Y la van a hacer nomás- se dijo, mientras intentaba rascarse la planta del pie metiendo un palo en la bota.

Ya se venía avisando, los otros comerciantes por las dudas habían acordado la estrategia de cerrar antes, o poner banderas argentinas en las vidrieras como señal de apoyo. Pero el dueño del kiosco no quiso tocar el tema. Fue siempre indiferente, cuando no despectivo hacia esas cosas.

A pocas cuadras se desplegaban las banderas y llegaban algunos bombos. La manifestación era un hecho.

Papá Noel los conoce, son de la misma repartición pública donde trabaja él, que toma la changa del kiosco después de cumplir su horario para asegurarse así un ingreso, que por magro que fuera, salvaría algunas papas a la hora del menú navideño. El dueño del kiosco volvió a salir, y papá Noel se escabulló por otra cerveza “a cuenta”…

La Navidad negra, así la llamaron. Una generosa protesta en la víspera de fin de año a contramano de la calle y del espíritu navideño. Soto estuvo en la asamblea donde los trabajadores decidieron hacer la marcha reclamando los tres meses sin cobrar.

Si no pagan para las fiestas se le incendia la provincia- dijeron al gobernador sus alcahuetes.

- Que va, son cuatro idiotas que no tienen huevos- Contestó éste en ronda de prensa con aire de capo mafia.

Los ánimos estaban caldeados, Soto sabía que punteros y ñoquis andaban ya repartiendo sidras y pan dulce a algunos empleados para tenerlos quietos el día de la marcha. Había que sumar ahora el insulto del gobernador y el alerta por bajo cuerda a los matones de Comité, que solo se movían por trabajos “especiales”.

- Es al pedo - dijo Soto en la asamblea - No va a ir nadie, ya están manejando a la gente para eso.

- ¡A nosotros no nos maneja nadie!- Gritó uno desde el fondo con la mano levantada.

- A nosotros nos van a reventar a palos- Sentenció monocorde y por lo bajo el gordo, mirando al piso. Él ya no iba a poner la cabeza haciéndose apalear en una marcha que, desde el momento de concebida, se intuía estéril.

- Y la van hacer nomás- Pensó otra vez, y una nueva cerveza helada le bajaba por el esófago como un placebo para la insolación.

Allá desenroscaban un pasacalle y la gente seguía llegando. El atardecer bajó el voltaje y los comercios fueron prendiendo las luces.

La marcha era una gran serpiente cantando de cordón a cordón, zigzagueando lenta por el asfalto. Varias cuadras de gente a pie encabezadas por un pasacalle “los cuatro idiotas” devolviendo el insulto oficial. Por entre el platinado de la barba y los rulos el gordo los vio venir

- Son muchos- se dijo pasando la manga roja por la frente para sacar el sudor. Reconoce entre la multitud a sus compañeros de la repartición que lo saludan

- ¡¡Soto!!... ¿Qué hacé?- Le gritan- ¡Gordo!... ¡Mirá el gordo, che!

En los oídos del Soto las voces se apagan y se escucha el pulso grave del bombo por encima de todo rumor. Un retumbo apagado y conmovedor que hacía temblar las ventanas… un latido grande… grande.

El tintinear de la campanita, sacudida inconscientemente por su brazo, lo volvió a la realidad. El dueño del quiosco, cruzado de brazos bajo el marco de la puerta los ve pasar –Negros de mierda - pensó en voz alta.

Soto lo mira y gira la cabeza hacia la marcha, varias veces va y vuelve con los ojos sin dejar de sacudir la campanita. Fue un segundo nomás, el segundo que tarda la certeza de una existencia en hacerse carne, el segundo fatal o sublime pero ineludible. El corazón le sacudió los botones del disfraz y se limpió por enésima vez la frente con la manga del traje rojo

- Ma sí, se va a la mierda - Dijo revoleando la campanilla dorada que rodó como un cascabel en las baldosas calientes de la vereda.

Se fue, derecho al vientre de la gran bestia que cantaba con miles gargantas, y se movía lenta con miles de pies en el asfalto. Se calzó a la cintura un bombo que alguien le cedió.

La noche revolvía su caldo de sudor en los cueros pegajosos del verano. Las señoras seguían esperando en la vereda del quiosco, cámara en mano para la foto, y los nietitos señalaban absortos hacia la multitud. Alguien saludó el paso de la gente con un aplauso, alguien maldijo meneando la cabeza y en el quiosco se escuchó un portazo, pero eso era cuento viejo.

Papá Noel, golpeando un bombo, encabezaba la marcha de protesta hacia la plaza, frente al municipio.

texto:Carlos Sandoval ( Diciembre 2003)

foto: nuestro pescebre de arcilla (hecho por nos. Guiados por Maria Ester)

7 comentarios:

Chelo Candia dijo...

"Ma sí, se va a la mierda", jaja, aguante Soto y los cuatro idiotas!!! POW! POW!POW! te mando un abrazo grande carlos, muy bueno el pesebre che, saludo a la patrona y a los pibes!

Carlos Sandoval dijo...

Gracias Cheloooo!!!!
Te cuento una, che! La revista Late (sale digital y en papel www.revistalate.com)en la tirada de diciembre publicaron una entrevista a Spinetta, otra de la Falta y resto y .... chan chan. este cuento de papa noel!!
no sabes el alegron cuando me pidieron si podian publicarlo!!
AH!! felicidades, volvamos a pintar, sienpre volvamos a pintar, y quiero tu libro, decime donde está y voy por el.

Laura Gómez Recas dijo...

Felicidades, Carlos, por la publicación del relato, por el belén de arcilla (encantador) y por el texto. Mantiene intensa la lectura:
Hay una "frase bisagra", " Papá Noel murió y resucitó varias veces esa tarde entre el calor y la cerveza." Con ella, la narración se estremece y alerta al lector. A partir de ahí, Papá Noel y Soto se convierten en una dualidad trascendente.

Te aplaudo.

Una curiosidad: cuando empecé a leer me sorprendió ese calor navideño. Estoy en la sierra de Madrid a dos bajo cero y con la nieve como paisaje... La Navidad con calor... :o)

Un abrazo,
Laura

Carlos Sandoval dijo...

Así es Laura, diciembre aquí en la patagonia es verano pleno.
El calor te cierra los ojos y cuartea el suelo, predomina el aire del desierto salvo por el microclima de los valles.
Un abrazo, gracias por tu presencia aquí y feliz 2010

Mónica Angelino dijo...

Soto, Sotooo, Sotooooooooo
Genial que te publiquen esto Carlos, es buenísimo y, como dice mi POETAMIGA, Laura Gomes Recas (con ella participamos de la antología Universos Diversos)eso de "Papá Noel murió y resucitó varias veces esa tarde entre el calor y la cerveza."
!le pone sal pimienta y re truco al cuento!

Saludosssssssssssss

Carlos Sandoval dijo...

Gracias Monica, y mis felicitaciones por el premio obtenido recientemente en el certamen de micro relatos
Un abrazo a vos y la poetamiga también.

Carlos Sandoval dijo...

no se por qué dice "cero" comentarios, si estamos casi todos acá...