Esta poesía es un fragmento de la novela "Los diablos blancos" (que tal vez salga un dia a la luz con otro nombre)
La misma intenta ser un homenaje a aquellos obreros de FRICADER que a principio de los setenta hicieron el primer corte de ruta de la historia de la provincia de Rio negro.
Salieron desde JJGomes hasta Chichinales en donde impedían solamente el paso de los camiones cargados con carne deshuesada para el Alto Valle.
Estoy en etapa de investigacion y reconstruccion ademas, claro, del vuelo literario ficcional y magico que hay en las aristas de estas cosas.

La misma intenta ser un homenaje a aquellos obreros de FRICADER que a principio de los setenta hicieron el primer corte de ruta de la historia de la provincia de Rio negro.
Salieron desde JJGomes hasta Chichinales en donde impedían solamente el paso de los camiones cargados con carne deshuesada para el Alto Valle.
Estoy en etapa de investigacion y reconstruccion ademas, claro, del vuelo literario ficcional y magico que hay en las aristas de estas cosas.
LOS DEMONIOS BLANCOS
Ella se acercó a la ruta y los vio pasar.
Traía en las manos una florcita amarilla de las silvestres,
esas que salen en cualquier lado y siempre tienen pulgones y mariposas.
Pasaron gritando hasta descogotarse en la ruta,
aullando consignas inaudibles por el estruendo de motor diesel
los tipos del matadero parecían diablos blancos
en el camion del ganado,
amontonados iban,
salpicados de sangre y con los machetes en alto.
Ella tendría unos siete años,
tal vez por eso le parecían todos gigantes,
los cuchillos a su vista, mas filosos y mas chcuhchillos
y de un rojo más rojo los salpicones de sangre
estampada en el fondo blanco de los uniformes
Era sangre con mayúsculas,
a la que había que mirar con los ojos grandes,
porque tanto rojo no le entraba a uno en la vista.
Se miró las manos, el color de los pétalos
salpicados de sangre y con los machetes en alto.
Ella tendría unos siete años,
tal vez por eso le parecían todos gigantes,
los cuchillos a su vista, mas filosos y mas chcuhchillos
y de un rojo más rojo los salpicones de sangre
estampada en el fondo blanco de los uniformes
Era sangre con mayúsculas,
a la que había que mirar con los ojos grandes,
porque tanto rojo no le entraba a uno en la vista.
Se miró las manos, el color de los pétalos
le había teñido las yemas de los dedos
Entre los rostros amontonados de los huelguitas
ella reconoció los ojos cansados de su padre
y calculando una fuerza que acaso ni tenía,
Entre los rostros amontonados de los huelguitas
ella reconoció los ojos cansados de su padre
y calculando una fuerza que acaso ni tenía,
revoleó la flor.
… Una mano abierta, limpia,
luminosa entre las demas manos rojas,
se abrió para atajar la ternura amarilla,
que remolineaba entre el brillo
se abrió para atajar la ternura amarilla,
que remolineaba entre el brillo
ensangrentado de los machetes.
Carlos Sandoval
Enero 2007... (aún sin fecha de final)