LA ENFERMERA VIOLETA
Violeta estuvo un tiempo en las afueras de Laguna Blanca, haciendo para los lugareños las veces de agente sanitario, enfermera, partera y si la urgencia lo requería, también médico.
Manejaba una ambulancia desvencijada en un paraje frío y ajeno al beneficio de la ayuda social porque reditúa muy pocos votos, demasiado lejos de cualquier lado. Los escasos habitantes desperdigados en ese tramo de meseta patagónica, rara vez supieron de elecciones, aunque en los registros oficiales figuran como asiduos votantes, tanto ellos como alguno que otro pariente o vecino muerto. A
El mejor recuerdo de
Es costumbre de las madres de la zona soplar una botella obteniendo un silbido de tono bajo después de que nace el niño. Antiguamente, la hoy botella sería una vasija de barro hecha solo para estos menesteres, que se transfería de mujer a mujer, de preñez en preñez. La creencia de estos lugares dice que al sacar silbido sereno de la botella, los espíritus circundantes ayudan a desprender la placenta de la madre, sin los riesgos que padecen hoy las que dan a luz bajo la tutela del progreso y la ciencia. Convocaban así a las entidades protectoras, que permanecerían de ahora en más velando por el niño, hasta que deje de serlo.
La familia del recién nacido concedía a la comadrona o partera, el honor de un nombre. De ahí que en laguna blanca todos tuviesen por lo menos dos nombres. El primero dado por su familia y el segundo por la partera. Aquel que tuviera un solo nombre por esos parajes de seguro era forastero, o bien la madre pasó solita el trance de los dolores y el alumbramiento.
La primera vez que Violeta se vio envuelta en tamaño menester, tuvo una imagen fugaz de un amor con quien le hubiera gustado tener un hijo, y bautizó al niño con el nombre de sus nostalgias.
Así, en un tiempo no muy largo, los niños nacidos en Laguna Blanca eran nombrados por Violeta con los nombres de sus antiguos amores.
Cuando se acabó la lista de aquellos por los que fue correspondida, Violeta siguió con aquellos por los que fue desairada. Agregó también a los que jamás supieron de su amor, porque había elegido entonces amarlos desde el silencio, puesto que alguna razón le impedía hacer pública la confesión. Violeta se ve al espejo, reconoce en la piel las marcas del tiempo y piensa en laguna Blanca. Sabe que en todos los niños nombra a sus amores de siempre, se ve a sí misma rodeada por los chicos que acuden a visitarla, sabiendo ella que por cada nombre que pronuncie, habrá un cosquilleo en el corazón.
...Entonces cree que ése es un buen lugar para envejecer.
Carlos Sandoval-Verano del 2000
Imagen: Agustín Sandoval- invierno 2006
6 comentarios:
hermosa imagen! hermoso cuento de amor! cariños!
¡què lindo texto!...cuanta belleza en esas costumbres.Un abrazo.
está muy bueno.. que hermosa enfermera!! Es un placer! Gracias ..
Fabi
O es que hoy me levanté mas sensible que de costumbre, o es que en los mensajes se les ha caido un cacho de amor a cada uno... y posta que me llegó tal cual
CECILIA, GERMAN, FABI...
muchas gracias por pasar y dejarme esta caricia los tres.
Hola Carlos! fue lindo encontrarte pero mas lindo leerte!!! la verdad es, que no es facil escribirte ante tanta belleza literaria! esta historia de Violeta me llegó profundamente, será que tiene algunas pinceladas que me identifican... me fascinó, me emocionó!! te dejo un abrazo grande y la mejor para mañana!!!
Tarde, pero seguro, he llegado e esta entrada, Silvana, y me encontré con que me encontraste.
Espero tener el gusto de mas visitas tuyas.
Un abrazo y suerte en cipolletti.
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